Mil gracias, Basanio. Á tí lo debo. Mis ojos son tan avizores como los tuyos. Tú los pusiste en la señora; yo en la criada: tú amaste; yo tambien. Tu amor no consiente dilaciones; tampoco el mio. Tu suerte dependia de la buena eleccion de las cajas; tambien la mia. Yo ardiendo en amores perseguí á esta esquiva hermosura con tantas y tantas promesas y juramentos, que casi tengo seca la boca de repetirlos. Pero al fin (si las palabras de tal hermosura valen algo), me prometió concederme su amor, si tú acertabas á conquistar el de su señora.
¿Es verdad, Nerissa?
Verdad es, señora, si no lo llevais á mal.
¿Lo dices de verás, Graciano?
De véras, señor.
Vuestro casamiento aumentará los regocijos del nuestro.
¡Pero quién viene! ¿Lorenzo y la judía? ¿y con ellos mi amigo, el veneciano Salerio?
Con bien vengais á esta quinta, Lorenzo y Salerio, si es que mi recien nacida felicidad me autoriza para saludaros en este lugar. ¿Me lo permites, bellísima Pórcia?