varia ninguno de nosotros. Todos los dias, en la oracion, pedimos clemencia, pero la misma oracion nos enseña á perdonar como deseamos que nos perdonen. Te digo esto, sólo para moverte á compasion, porque como insistas en tu demanda, no habrá más remedio, con arreglo á las leyes de Venecia, que sentenciar el pleito en favor tuyo y contra Antonio.
Yo cargo con la responsabilidad de mis actos. Pido que se ejecute la ley, y que se cumpla el contrato.
¿No puede pagar en dinero?
Yo le ofrezco en nombre suyo, y duplicaré la cantidad, y áun la pagaré diez veces, si es necesario, y daré en prenda las manos, la cabeza y hasta el corazon. Si esto no os parece bastante, será porque la malicia vence á la inocencia. Romped para este solo caso esa ley tan dura. Evitareis un gran mal con uno pequeño, y contendreis la ferocidad de ese tigre.
Imposible. Ninguno puede alterar las leyes de Venecia. Seria un ejemplar funesto, una causa de ruina para el Estado. No puede ser.
¡Es un Daniel quien nos juzga! ¡Sabio y jóven juez, bendito seas!
Déjame examinar el contrato.
Tómale, reverendísimo doctor.