Página:Dramas de Guillermo Shakspeare - Volumen 2 (1883).pdf/116

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
104
COMO GUSTÉIS.

Le Bean.—Él mismo, señora.

Celia.—¡Ay, qué joven es! Sin embargo, parece como si hubiera de vencer.

Duque.—¿Qué es esto, hija y sobrina? ¿Os habéis escurrido hasta aquí para ver la lucha?

Rosalinda.—Sí, mi señor, si os place darnos permiso.

Duque.—Poca diversión tendréis en ella, os lo aseguro, siendo tan desiguales los luchadores. Por compasión á la temprana edad del joven, intentaría disuadirle, pero no quiere oir consejo. Habládle, niñas; ved si podéis influir sobre él.

Celia.—Hacedle venir, monsieur Le Bean.

Duque.—Hacedlo. Yo me apartaré. (El duque se va á un lado.)

Le Bean.—Señor desafiador: las princesas quieren hablaros.

Orlando.—Estoy á sus órdenes con todo respeto y humildad.

Rosalinda.—Mancebo, ¿habéis desafiado á Carlos el luchador?

Orlando.—No, hermosa princesa. Es él quien hace un reto general. Yo no vengo sino como uno de tantos, para probar en él la fuerza de mi juventud.

Celia.—Vuestro valor ¡oh joven! sobrepuja con exceso á vuestros años. Crueles pruebas habéis visto del vigor de ese hombre. Si pudiérais veros con nuestros ojos, ó juzgaros con nuestro discernimiento, el recelo de vuestra aventura os aconsejaría una empresa más proporcionada. Os rogamos, por vuestro bien, que penséis en vuestra seguridad y abandonéis esta tentativa.

Rosalinda.—Hacedlo, buen joven; que no por ello será rebajada vuestra reputación. Solicitaremos del duque que haga suspender la lucha.

Orlando.—Os suplico no me impongáis el castigo