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COMO GUSTÉIS.

mejor y gozar de vuestro afecto en el porvenir en un mundo mejor que este.

Orlando.—Os quedo sumamente agradecido.—(Sale Le Beau).—¿Es decir que tengo que salir de las brasas para caer en las llamas? Del duque tirano al hermano tirano. ¡Pero, divina Rosalinda!

(Sale).
ESCENA III.
Un cuarto en el palacio.
Entran CELIA y ROSALINDA.

Celia.—¿Es posible, prima? ¿Es posible, Rosalinda? ¡Ten piedad, Cupido! ¿Ni una palabra?

Rosalinda.—Ni una para echarla á un perro.

Celia.—No, tus palabras tienen demasiado valor para desperdiciarlas en perros; echa algunas para mí. ¡Ea! Póstrame con razones.

Rosalinda.—Pues así habría dos primas postradas: la una á causa de las razones, y la otra por haber enloquecido sin ninguna.

Celia.—¿Pero es todo esto por tu padre?

Rosalinda.—No. Alguna parte de ello es por la hija de mi padre. ¡Oh, qué lleno de espinas es este fatigoso mundo!

Celia.—No son sino cardillos arrojados sobre ti, en festivo retozo. Si no caminas por las sendas trilladas, hasta tus faldas los atraparán.

Rosalinda.—Podría sacudirlos de mi ropa. Pero estos están en mi corazón.

Celia.—Tóselos y saldrán.

Rosalinda.—Probaría; si llorando de tos, pudiera tenerlo.

Celia.—Vamos, vamos, lucha con tus afectos.