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COMEDIA DE EQUIVOCACIONES.

Antífolo.—Te lo pagaré pronto, dándote nada por algo.—Pero dime, ¿es la hora de comer?

Dromio.—No, señor; creo que á la comida le falta de lo que yo tengo.

Antífolo.—Vamos, ¿de qué?

Dromio.—De salsa.

Antífolo.—¡Bien! Entonces estará seca.

Dromio.—Si es así, señor, os ruego no probarla.

Antífolo.—¿Y la razón?

Dromio.—De miedo de que os haga encolerizaros y me valga otra salsa de palos.

Antífolo.—Vamos, aprende á chancear á propósito. Cada cosa á su tiempo.

Dromio.—Habría osado negarlo antes que os hubiéseis puesto tan enojado.

Antífolo.—¿Según qué regla?

Dromio.—¡Diablos, señor! Según una regla tan llana como la cabeza calva del viejo padre Tiempo en persona.

Antífolo.—Veámosla.

Dromio.—No hay ocasión de que recobre sus cabellos el hombre que se pone naturalmente calvo.

Antífolo.—¿No puede recobrarlos por multa y recobros?

Dromio.—Sí, pagando multa por llevar peluca, y recobrando de los cabellos que ha perdido otro hombre.

Antífolo.—¿Por qué el tiempo escatima tanto los cabellos, puesto que son una secreción tan abundante?

Dromio.—Porque es un dón que prodiga á los animales; y lo que quita á los hombres en cabellos se lo devuelve en cordura.

Antífolo.—¡Cómo! Si existen hombres que tienen más cabellos que entendimiento!

Dromio.—Ninguno de esos hombres tiene el talento de perder los cabellos.