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STELLA 107 de usa ftente,—para que sintiera abrirse las fuentes de su piedad,

Levantóse como por un resorte, y con una vivacidad, en sas movimientos, extraña en él, se adelantó para besar sus cabellos, La niña le sonreía toda rosada, con una animación en su carita, que provenía del placer que le daba esta nueva conquista,

«El padrino de la Perla me querrá? pregun taba muchas veces á su hermana desde supo que venía en viaje. Todos me han quer do siempre. .. Me querrá €l también? Por qué se me quiere, Alex?... Porque soy enferma?

=xXo, mi alma! exclamaba la hermana con su voz ardiendo de amor por su criatura, to. dos te quieren, y yo te adoro, simplemente porque eres adorable!

El nombre de Máximo repetido día y no- ele, por sus compañeros, no como el de un tío sino como el de un viejo amigo, había despertado en ella la curiosidad de conocerlo; uva preocupación, un temor, de no ser de sa apatía.

—Quién será este señor, mi rica? le pregu: tó misia Carmen, en cuyo corazón, exclusiv: mente maternal, cabía también ella

—El padrino de la Perla,

Este mandó buscar una juguetería entera, y engañando á los chicos con que se los tráí de Europa, fué 4 repartírselos al jardín. En adelante no tuvieron ellos más que decirle: «Le gusta 4 Stella» para conseguirlo todo.