STELLA a mente serena, síntomas de agitación y de des- contento.
—¿Qué ha pasado, Dolores?—le preguntó muy interesada, conduciéndola al comedor por la cintura.
—Me he estrellado contra una terquedad que rechaza todo; socorro y consejo. Y es rechazar la vida. ¡No puedes imaginar cua- dro más horrible! Para sorprenderme á mí que veo tantos. .. Hay otra cosa que me llena de temores: la expresión sombría de sus ojos. ¿Estará por cometer acaso el «pecado sin perdón» la desgraciada?... Es preciso antes que todo salvar su alma, Alex,
Callaron, porque entraban en el comedor, donde estaban los niños sentados á la mesa, esperándolas para almorzar. Lo hicieron también ellas. . Después de un momento djo- le Alex:
—2X si yo hiciera otra tentativa?
—Sería sin resultado alguno, mi hijita. ¡Si hubieras visto cómo me tiró con la ropa y el dinero casi por la caral Me parece que está medio trastornada.
—No creo tan imposible el éxito si yo la veo, porque no sabe quien soy; en cambio, Bien sabía qwien era uste” ¿Probemos?
—Tal vez tengas razón. Mañana cuando me vaya, te llevaré hasta cerca de su casa.
—¿Te vas mañana tía? ¡No te vayas ten pronto! —rogáronle los niños _ —No puedo quedarme, mis queridos; tengo