STELLA ES
vando; esa observación destruyó
le que aún le quedaba, Conoció después las horas muertas del hastío y del ocio en los grandes centros, cuando no queda ua rincón, en ellos, que conocer,
Sin embargo, su inteligencia era demasia- do potente, su alma demasiado indómita para aquietarse sio agitaciones, De cuando en cuando sentía las tempestades de esa alma, los esfuerzos terribles que en su preñez bace el cerebro para dar á luz. Y tuvo una reac- ción, como un último hervor de su juventud.
Llegaba de sus viajes en momentos de efer- vescencia en la República, donde se debatían cuestiones transcendentates, político-sociales Entró en le lid, entró al Congreso.
Tres veces habló, y quedó sentada su fama.
Relámpagos de sus tormentas internas cruzaron la sala.
Sa palabra sobria, enérgica, flexible, iró- nica, incisiva, mordaz, suave, violenta; le- vantaba como ua himno, sacudía como mua tempestad, encendía como una chispa, fla meaba como una espada, penetraba como un dardo, persuadía como una caricia, arrastra- ha como un torrente; se abría en el espacio elegante, majestuosa, aérea, como las gran- des alas deun pájaro de mar.
Figura, autes que todo, elocuente, su elo- cuencia estaba en el ardor profundo de su voz, en su nesviosidad varonil, en sus ojos lu