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en América evoluciones y derivaciones del material mismo del arreo y el modo de usarlo. En todo el Continente aparecen, simultáneamente, reminiscencias de esas enseñanzas o disciplinas, así como de los correspondientes estilos de montar, sin que sea posible extraer ninguna preferencia especial.

Antes de referirse a los ejercicios ecuestres relacionados con la campiña, es menester señalar ciertas disimilitudes de la nomenclatura americana en lo referente al acto ce cabalgar y a los lances de equitación.

Demás está advertir que en América Austral se limitan relativamente estos lances a causa de la repulsa de la faena taurina; pero su escuela cuenta con todo el perfeccionamiento de la tradición árabe y el ejercicio, por centurias, de los juegos de cañas y las carreras de la sortija. En Chile o la Argentina no podrían concebirse el coleo, el jaripeo y las filigranas del floreo a la resta de los mejicanos. Si éstos crearon una silla vaquera y un freno, también desarrollaron modalidades diversas, pero más relacionadas con el toreo. Esta promiscuidad mejicana se advierte en el aparatoso arreo del charro con su silla lisa o con su silla vaquera; ya bien extremada esta última por la elevada "cabeza" (borren delantero) y la alta "teja" (borren trasero). Puede la primera, con su doble prominencia, facilitar dos puntos de sostén pare la cuerda que aprisiona otro animal, y el conjunto se acrecienta con los bastes, cobija, reata, cantina, garrocha, manillas, dedales, machete, látigo, contralátigo, enreatados, contrarreatas y tantos otros accesorios. Para la Argentina hay también que agregar el pial, los bastos o almohadillas cilíndricas que modulan la montura, las boleadoras y demás piezas complementarias. Sin embargo, pese a su varia