ron los quechuas; y, cuando se utiliza el "luche" u otra alga marina preferida de los araucanos, pasa a ser "luchicán" (luchicán). Disminuyendo la maza, aumentando la provisión de cebolla y adoptando el tomate resulta el "tomaticán" una especie de estofado sin carne. Con más híbridas composiciones distinguen al "sangricán", el "vailcán", el "metraucán" mucho menos preferido por el gusto criollo en las regiones sureñas.
Pasando al repertorio propiamente criollo es indispensable insistir en la filiación americanista de los platos familiares en Chile, ya enumerados al comienzo de este capítulo. Siendo muchos de ellos de procedencia hispánica o generalizados en el Continente no por ello dejan de justificar el favor de que gozan, pues se someten a le tendencia peculiar de la cocina chilena, asimilándose al tipo de guiso caldoso que representa la "cazuela" o plato nacional. El orígen y fundamento de esta última se advierte en la