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proceso al que se somete un niño desde los primeros meses de su vida, consistente en obstruírle todos los agujeros del cuerpo, excepto la cavidad bucal; en descoyuntarle les huesos de los hombros, caderas, y rodillas; en quebrarle la pierna derecha, doblándosela por sobre la espalda; en mantenerlo desnudo y prisionero en una cueva, privado de la enseñanza del lenguaje, y en alimentarlo con carne humana, terminado el periodo de la lactancia, durante el cual es común darle leche de una cabra negra. Obtiénese, de este modo, un ser bestializado, cubierto de un crecido vello, sólo capaz de emitir sonidos guturales, y que se arrastra penosamente gracias a sus brazos y al pie izquierdo.

Su misión es la de vigilar los sitios de reunión de la brujería - como ya queda dicho - a cuyos miembros sirve como consejero y oráculo, conociéndoselo también en la región de Chiloé con los nombres de machucho y de vutamacho. Su radio de diseminación abarca desde el centro del país hasta la zona nombrada, y su procedencia aborigen está confirmada por su etimología mapuche y por las relaciones de cronistas y de viajeros.

Un ejemplo de vigencia mínima lo constituye el destalonado, mito cuyo supuesto antropomorfismo no admite comprobación, ya que únicamente acusa su presencia actuando como centro de un inusitado remolino de polvo, capaz de arrebatar niños y animales pequeños, que, al desaparecer, deja sobre la tierra la huella de un pié humano carente de talón.

Sólo es posible hallar esporádicos vestigios de esta creencia en las provincias centrales, y parecería que se aproxima su extinción.

Por último, la apreciación morfológica permite un pronunciamiento clasificatorio, que arranca de la dicotomía esencial de mitos amórficos y mórficos. Las ánimas corresponden a los primeros por su condición de espíritus de personas vivas o muertas, que se manifiestan por medio de invisibles y diferentes actitudes físicas, con respecto de moradores y objetos de cualquier vivienda. Sus visitas siempre son practicadas en grupo - de ahí su denominación plural - y persiguen anunciar hechos de la más variada naturaleza, solicitar favores para sí mismas u otros seres, o, simplemente, amedrentar, con motivos de burla o venganza.

Los mórficos se subdividen en polimórficos y monomórficos, desglosándose, a su vez, los segundos, en las siguientes especies: antropomórficos, uno de cuyos más connotados representantes es el duende, -kobold, en Alemania; trasgo, en España; follet, en Francia; goblin, en Inglaterrra- hombrecillo con estatura y aspecto general de un niño de 4 a 8 años de edad, vestido con hábito monacal, blanco, café o negro, colores según los cuales él es benéfico, poco dañino o muy perjudicial, respectivamente; pero, sea cual fuere su tendencia, siempre pícaro y juguetón, con características sustanciales de invisibilidad transitoria, gran fuerza corporal, rapidez de desplazamiento y penetrante sagacidad.

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