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connotado del mal es el cuero, que habita desde la provincia de Coquimbo hasta la de Llanquihue, ambas inclusive, y que la de Chiloé se llama manta. Su nombre se debe a su semejanza con un cuero de vacuno de pelaje oscuro y gran tamaño. Vive oculto en las profundidades de lagunas, ríos, esteros, tranques, canales; emergiendo súbitamente ante la presencia de hombres o animales, que por una u otra razón hubieran penetrado en sus dominios, envolviéndolos irresistiblemente, ahogándolos y luego devorándolos. Es tal su fuerza, que algunas versiones contemplan el caso extremo de haber arrastrado una cabalgadura con su jinete, sin que fuera posible contrarrestarla. El recurso más sencillo y conocido para exterminarlo consiste en arrojar al agua una planta corpulenta de quisco, la cual le produce mortales desgarros, por cuanto su instinto destructor lo lleva a abrazarse a ella.

Sus antecedentes históricos lo vinculan al chueiquehuecú y al trelquehuecufe de la mitografia mapuche, monstruos acuáticos de las mismas características fundamentales que las del aquí descrito.

La bondad y la maldad confluyen en la pincoya, que sólo existe en la zona de Chiloé. Es una sirena capaz de atraer o ahuyentar peces y mariscos, sea por mero capricho, sea por favorecer o perjudicar determinados lugares del litoral. Aunque por lo común se encuentra sola, en ciertas ocasiones, en particular cuando debe emprender largos viajes, se hace acompañar por su marido, el pincoy.

Si los pescadores desean que les conceda abundancia de productos marinos, salen en su busca junto con músicos y cantores, a los cuales la pincoya es muy afecta, y presumiendo que nada cerca de ellos, intensifican sus expresiones de alegría al llegar a un punto que estiman propicio para la faena, el que, sin embargo, jamás volverá a ser visitado por la eventual protectora si se abusa de sus dones.

En cuarto al factor procedencia, distinguimos mitos autóctonos precolombinos propios de nuestro territorio nacional, como el del chihued, un ave agorera de forma parecida al murciélago y de corto plumaje negro, que suele vaticinar enfermedades y muerte con chillidos agudos y constantes, mientra vuela en torno a las viviendas de las temerosas víctimas, creencia que posee directa afinidad con la del chonchón.

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