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Acta de Pío XI

hayan sido ensangrentadas por el furor de despiadadas guerras[a]. Nos parece escuchar la voz de esa sangre, que habla mejor que la de Abel[1], y ver a ese mártir volverse hacia sus hermanos eslavos repitiendo, como en el pasado, con las palabras de Jesús: Las ovejas están sin pastor. Tengo compasión de esta multitud[b]. Y verdaderamente, ¡qué miserable es su condición! ¡qué terrible es su angustia! ¡cuántos exiliados de la patria! ¡cuánta masacre de cuerpos y cuánta ruina de almas! Observando las actuale calamidades de los eslavos, ciertamente mucho más graves que aquellas de las que se quejaba nuestro Santo, difícilmente conseguiremos, por nuestro paternal afecto, detener las lágrimas.

Para paliar tan grande cúmulo de miserias, Nosotros, por nuestra parte, nos apresuramos, es cierto, a llevar ayuda a los necesitados, sin ningún fin humano, sin hacer otra distinción que la de la necesidad más urgente. Pero Nuestra oportunidad no pudo alcanzarlo todo. En efecto, no pudimos evitar la multiplicación de las ofensas contra la verdad y la virtud, con desprecio por todo sentimiento religioso, con prisión y con persecución, incluso sangrienta en muchos lugares, de cristianos y sacerdotes y obispos mismos.

Al considerar tantos males, la solemne conmemoración del distinguido Pastor de los eslavos nos reconforta, porque nos ofrece la oportunidad de expresar los sentimientos paternos que nos animan hacia todos los eslavos orientales y de proponerles, como suma de todos los bienes, el retorno a la unidad ecuménica de la santa Iglesia.

Si bien invitamos a los disidentes a tal unidad, deseamos ardientemente que todos los fieles, siguiendo los pasos y las enseñanzas de San Josafat, se esfuercen, cada uno según sus propias fuerzas, por cooperar con Nosotros. Entienden bien que esta unidad debe promoverse, no tanto con discusiones y otros estímulos, sino con los ejemplos y obras de una vida santa, especialmente con la caridad hacia los hermanos eslavos y hacia otros orientales, según aquello del Apóstol, teniendo la misma caridad, una sola alma, el mismo sentimiento, sin hacer nada por despecho o vanagloria;

  1. Hb 12, 24.
  1. Efectivamente desde la revolución rusa de 1917, las tierras de Ucrania fueron escenario de luchas internas que acabaron oficialmente en 1922, con el reparto de esas tierras entre la República Socialista Soviética de Ucrania, Polonia, Checoslovaquia y Rumanía (Cfr. Guerra de independencia de Ucrania).
  2. El original latino no incluye la referencia de estas palabras; aunque no textual, esa misma idea se incluye en Mt 9, 36 y Mc 6,34.