Porque, la obtención de esta unión ciertamente no se obtendrá por el empeño humano, sino solo por la bondad de Dios, que no hace acepción de personas[1], y que tampoco distingue entre nosotros y ellos[2]: Y será, unidos todos los pueblos gozarán del mismo derecho, cualquiera que sea su raza o lengua, de cualquier rito sagrado, puedan tener igual derecho haciendo uso de la combinación de los pueblos, de cualquier raza o lengua, de cualquiera de los ritos. sagrado, que la Iglesia romana siempre venero y retuvo religiosamente, decretando su conservación, como preciosos vestidos que la adornan como reina ... con vestido dorado, adornado con variedad[3].
Porque, este consenso de todos los pueblos en la unidad ecuménica, como obra en primer lugar de Dios, debe procurarse con la ayuda y asistencia divina, por tanto insistamos diligentemente en la con piadosas oraciones, siguiendo las enseñanzas y el ejemplo de San Josafat quien trabajaba por la unidad, confiado en el poder de la oración.
Bajo su dirección, honremos sobre todo el augusto Sacramento de la Eucaristía, prenda y causa de la unidad, misterio de fe en cuanto que los eslavos orientales tras su separación de la Iglesia Roma conservan con el mismo amor y celo, alejados igualmente de la impiedad de las más graves herejía. Desde esta esperanza la Santa Madre Iglesia reza para que Dios misericordioso nos conceda los dones de la unidad y de la paz, que está místicamente significada bajo los dones que ofrecemos[4]; una paz que, unidos en la oración en el Sacrificio de la Misa, los latinos y orientales imploran «la unidad de todos los que invocan al Señor», suplicando al mismo Cristo Señor que «considerando la fe de la Iglesia se digne pacificarla y unirla conforme a su voluntad».
Otro vinculo de reconciliación y unidad con los eslavos orientales se contiene en su singular afecto y piedad hacia la Santísima Virgen, Madre de Dios, separándolos de muchos herejes y acercándolos a nosotros. Algo a lo que Josafat daba gran importancia y en lo que confiaba grandemente para favorecer la obra de la unidad: para lo que acostumbraba a honrar con particular veneración, al uso de los orientales,