Ir al contenido

Página:El Anacronópete - Viaje á China-Metempsícosis (1887).pdf/73

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
69
el anacronópete

—¿Y qué van á hacerme á mí los patricios? ¡Pues qué! ¿Yo no vengo de liberales? Mi padre fué furriel de voluntarios.

—Oiga usted nuestros ruegos.

—Nunca.

—Si le digo á usted que el tal don Pichichi es el Calomarde de los tíos.

—Se concluyeron las intrigas—vociferaba don Sindulfo lívido de coraje.—Se acabaron los amorcillos de colegiala: y ya que á buenas no has querido aceptar mi mano, yo te sabré conducir á países y edades en que la voluntad del tutor siendo ley para su pupila, mal que te pese tendrás que llamarte mi esposa.

—Eso jamás. Primero la muerte; antes la tortura. Y pues agotada la persuasión recurre usted á la violencia, yo le probaré que tengo valor para afrontarlo todo.

Y dirigiendo una mirada de connivencia á Juanita, añadió:

—En marcha cuando usted guste.

—Si, señor. Arre; que en el primer cambio de tiro ya nos apearemos para quejarnos a la autoridad.

El sabio no se hizo repetir la orden; juntó los polos y el Anacronópete comenzó su marcha ascensional, no sin cierta emoción de parte de las reclusas que veían desaparecer por instantes los contornos de la ciudad bajo sus plantas.

En el cuarto de las agregadas, la impresión fué más viva por estar esperando con más impaciencia los resultados del viaje. En la cala, el silencio era absoluto. Sólo Pendencia se permitió decirle en voz baja á su jefe, al apercibirse de la oscilación:

—Mi capitán: el botacilla.

De repente el coloso tomó rumbo y empezó á desalojar atmósfera sin que nadie se apercibiera de que viajaban con una velocidad de dos vueltas al mundo por segundo; pues la locomoción, verificándose en el