Página:El Cardenal Cisneros (02).djvu/12

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido validada
450
El Cardenal Cisneros


á condición de vivir en un convento, y de no presentarse nunca en su casa.

En cambio, tomó por su cuenta la educación del paje, que verdaderamente lo habia librado de la muerte, y le dio toda la vida grandes pruebas de su cariño y agradecimiento.


XV.

Es hora ya de que digamos la última palabra acerca de la reforma de la Orden de San Francisco, siquiera faltemos en nuestros apuntes al orden cronológico de los sucesos en que Cisneros intervino.

Después del fracaso que tuvo la entrevista del General de aquella Orden con la Reina, los Franciscanos comprendieron que poco ó nada tenian que esperar de la Corte de España y del Arzobispo de Toledo. La purificación del clero se iba alcanzando poco á poco. La Reina visitaba personalmente los conventos de monjas, y allí tomaba la aguja y la rueca para darlas ejemplo, obligándolas con su benevolencia, cuando no las convencía con sus razonamientos ó las fascinaba con la brillante irradiación de su virtud. De más de esto, dice Marineo, tenia por costumbre que, cuando habia de dar alguna Dignidad ú Obispado, más miraba en virtud, honestidad y sciencia de las personas, que las riquezas y generosidad, aunque fuesen sus deudos. Lo qual fué causa que muchos de los que hablaban poco, y tenian los cabellos más cortos que las cejas, comenzaron á traer los ojos bajos, mirando la tierra, y andar con más gravedad, y hacer mejor vida, simulando por ventura algunos más la virtud que ejercitándola. Cisneros seguía las huellas de esta noble y magnánima Princesa; pero el temple de su alma, la sinceridad de sus propósitos, la austeridad de su vida, su rígida ejemplaridad como Franciscano, lo llevaban á emplear hasta la violencia para conseguir iguales fines. Los frailes de la Orden de San Francisco en particular, sobre todo los claustrales, cuando vieron partir para Italia á su General, trataron de hacer frente á la tempestad que se les venia encima. Aunque súbditos de la Reina, buscaron amparo contra sus medidas en Roma; pero como también el Papa conocía la necesidad que tenían de reforma aquellos buenos frailes, creyeron conseguir su objeto por medio de un procedimiento