Página:El Cardenal Cisneros (05).djvu/3

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muerto como un héroe en Sierra Bermeja en la última rebelión morisca, ni el prestigio inmenso de su tio el Gran Capitan, ni la intercesión poderosa de toda la grandeza del reino, pues aunque salvó la vida, muchos de sus amigos y companeros fueron ejecutados, y vió arrasado el histórico castillo de Montilla, la joya feudal de toda Andalucía, y cuna de aquella ilustre familia, porque en él estuvo encerrado brevísimo tiempo el delegado antedicho.

Pero no es nuestro objeto seguir en sus diversas fases la vida del Rey Fernando, sino la de Cisneros, y huelgan quizá en estas páginas por lo mismo las últimas consideraciones. Añadamos, sin embargo, para cerrar este capítulo, que el Rey Católico consiguió de Roma que se concediese á Cisneros el capelo de Cardenal. El breve lo expidió el Papa Julio II en 17 de Mayo de 1507, y al título de Santa Balbina se anadia la apelación honorífica de Cardenal de España, que habia llevado su inmediato antecesor Mendoza y el Obispo de Osma Pedro Frias en el siglo XIV. La ceremonia de cubrirse Cisneros con el capelo encarnado no pudo celebrarse en la Corte, porque la Reina creia que aquella fiesta era incompatible con la tristeza de su viudez, y tuvo lugar en una pequeña aldea llamada Mahamud en el mes de Setiembre de aquel año, celebrando la Misa el Nuncio del Papa, y asistiendo gran número de grandes que fueron á aquel punto con este objeto.

A pesar del capelo de Cardenal que debia á D. Fernando, y á pesar de que lo invistió del cargo importantísimo de Gran Inquisidor, que á la sazón desempeñaba el Arzobispo de Sevilla, Cisneros censuró agriamente á su Soberano porque entónces consiguió tambien del Papa que el Arzobispo de Santiago, Alonso de Fonseca, traspasara á su hijo esta altísima dignidad, quedando él con el título de Patriarca de Alejandría; y recuerdo haber leido, no sé en qué antigua crónica, que Cisneros echaba de menos en las bulas del Papa, para ser completamente canónicas, la facultad de trasmitir el Arzobispado de Santiago á alguna de las hembras de la familia de los Fonsecas; pero aunque encontremos inverosímil en sus labios este sangriento epigrama, acerba debia de ser la crítica de Cisneros, cuando Zurita dice que éste abominó mucho de dicha gracia, no considerando lo que por su causa se hácia con el Arzobispo de Sevilla, porque somos malos jueces en nuestras propias causas y muy advertidos y considerados en las agenas [1].

  1. Zurita, lib. VIII, cap. V.