Página:El Cardenal Cisneros (05).djvu/5

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era el verdugo de la nobleza feudal, ó cuando el mismo Soberano daba la señal desde los balcones del Louvre para empezar la horrible matanza de San Barthelemy.

Cierto que la horrible silueta de las cárceles de la Inquisición se ha dibujado sobre nuestro suelo cuando ya alumbraba en los horizontes el magnífico sol del siglo XIX; cierto que este odioso tribunal ha influido desastrosamente en el atraso, en el fanatismo y en el apocamiento del pueblo español; pero con relación á los dias en que se estableció, á los primeros tiempos en que funcionó, Mariana, el atrevido sostenedor del regicidio en determinados casos, y que personalmente algún resentimiento debia tener con los Inquisidores; Pedro Mártir, que tanto y tan terriblemente clamaba contra el de Córdoba; el implacable Lucero, de quien decia que más que Lucerius debia llamarse Tenebrerius [1]; Zurita, de cuya imparcialidad y despreocupación nos hablan tan alto el mismo Llorente y Prescot; Blancas, el concienzudo sucesor que tuvo como cronista de Aragón, todos estos y algunos escritores más, hablan en pro de la Inquisición; y cuando esto ocurría, hallándose ya establecida, grandemente apoyada por sus Soberanos y bien recibida por el favor popular [2], no puede ni debe exigirse otra cosa á un hombre de Estado como Cisneros sino que consiguiera suavizar los procedimientos de tan terrible tribunal, ofrecer garantías á los acusados y disminuir y endulzar la penalidad establecida.

Todo esto lo hizo Cisneros, y lo hizo por espíritu de justicia y de equidad, no ciertamente como dice Llorente para atraerse á las Cortes á fin de que prorogasen su regencia, pues cuando fué nombrado Gran Inquisidor, ya estaba en Castilla el Rey Católico y el poder supremo en sus manos, imputación absurda que no concebimos cómo se atreve á dirigirle el historiador de la Inquisición, asi como no nos explicamos que aumente de un modo asombroso, por ligereza ó mala fé, el número de condenados en tiempo del ilustre Cardenal cuando en otra parte le supone autor del libro

  1. Ep. 333.
  2. Cuando Felipe el Hermoso, cuya despreocupación flamenca se avenia tan á mal con los procedimientos de la Inquisición, quiso justamente atajar los vuelos de esta, según dice Zurita, toda la gente noble y de limpia sangre se avia escandalizado dello, y en su concepto aquella profana intervención habia atraido la venganza del Cielo sobre su cabeza, ocasionándole muerte prematura. Anales, t. VI, lib. VII, cap. XI. — ¡Cuan antiguo es y qué amargos frutos ha dado siempre en nuestro país el fanatismo!