Página:El Cardenal Cisneros (05).djvu/6

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titulado del Gobierno de los Príncipes, en que, como tal autor, se declara enemigo del Santo Oficio y deseoso de introducir la publicidad en sus debates.

Veamos ahora rápidamente los principales negocios del Santo Oficio en que intervino personalmente nuestro ilustre Prelado.

Lucero, Inquisidor de Córdoba, procedía en el ejercicio de sus funciones con criminal ligereza y con refinada crueldad. Atrevióse á perseguir por hereje nada menos que á Talavera, el antiguo confesor de la Reina, el nuevo Arzobispo de Granada, el tipo más acabado de bondad y dulzura evangélicas, y gracias á que Cisneros intervino oficiosamente en el asunto, con gran alegría de Talavera, y gracias á que el Papa tomó cartas directas en él, pudo alcanzar la absolución, bien que el ilustre, bondadoso y octagenario prelado murió á los pocos dias de hacerse pública en 21 de Mayo de 1507. Pero si este caso fué notable por la calidad de la persona, objeto de la persecución, todavía más notable fué otro contemporáneo por el considerable número de gentes que se vieron envueltas en el proceso. Lucero á todas las encarceló, y su conducta fué aprobada por Deza, Arzobispo de Sevilla y Gran Inquisidor, que, aunque hombre ilustrado y como tal confesor del Rey, y como tal protector constante de Colon, era hombre de gustos raros, pues acostumbraba recibir á las gentes acompañado de un soberbio león, al cual se habían quitado las garras y los dientes, pero no su fiero aspecto, y con el que jugueteaba el bueno del Arzobispo, que con esto ha hecho que la historia dijese de él que tenía aficiones más de Inquisidor que de Prelado.

Por fortuna de toda la gente encarcelada por Lucero, Felipe, entónces verdadero Soberano de Castilla, no veía con gusto la Inquisición, y tomó medidas contra aquel y contra el mismo Deza, cuya autoridad fué suspendida y trasferida al Consejo Real; pero muerto Felipe á poco, Deza protestó de la violencia que se le habia hecho y se apresuró á tomar de nuevo posesión de su antiguo cargo. Se abrió otra vez el proceso de Córdoba, los ánimos se alborotaron, hubo un motín, se tomó por asalto la Inquisición, escapóse á duras penas Lucero, y los presos, ya libres, unidos al Marues de Priego, al Cabildo de la catedral y á los magistrados que patrocinaron su causa, pidieron á Deza la destitución de Lucero. No la otorgó el Gran Inquisidor, y entónces toda Andalucía se sublevó también contra él. Don Fernando, que á la sazón se hallaba