Página:El Cardenal Cisneros (06).djvu/2

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otros, con no ménos mala intención, que el Rey daba muestras exteriores de complacer al Cardenal, ó para consumirle con fatigas y ó para hacerle impopular y odioso con los seguros desastres que le aguardaban.

Cisneros seguia adelante en su proyecto, sin tener en cuenta estas calumnias y estas murmuraciones. Obraba como verdadero hombre de Estado, porque si es malo en los que están al frente de la gobernación de los pueblos, que desoigan los clamores de la opinión, es todavía peor, si cabe, que se detengan en un camino que juzgan de salvación por frívolas hablillas ó estúpidas calumnias de gente ruin y ociosa. Por lo demás, si la reputación purísima de un hombre como Cisneros no estuviera al abrigo de toda sospecha innoble para la posteridad, después de los hechos de toda su vida que hemos recogido en este trabajo, la lectura de las cartas autógrafas del ilustre Cardenal, que se conservaban inéditas en el Archivo de la Universidad Central, y en parte publicadas, no há mucho, de orden del Gobierno, por los Catedráticos de la misma y Académicos de número de la de Historia, D. Pascual Gayangos y D. Vicente Lafuente, arraigarla profundamente en el ánimo la convicción más firme respecto á la buena fe, sinceridad y alteza de propósitos de nuestro héroe en esta ocasión.

Todavía, después de nombrado en 20 de Agosto de 1508 Capitán general para dirigir esta empresa, tuvo que sufrir grandes amarguras y vencer no pequeños obstáculos para ponerla en vías de realización.

Pedro Navarro, soldado de fortuna, dispuesto á todo con tal de lograr su provecho, y dócil instrumento del Rey Católico, que debía ponerse al frente de las tropas, porque Cisneros no pudo conseguir llevar consigo al Gran Capitán por los celos que inspiraba á su Soberano, quizás Diego de Vera, á cuyo cargo estaba la artillería. Vargas, amigo del Rey, y Villalobos, cómplice de Pedro Navarro, encargados ambos de los bastimentos y provisiones el mismo D. Fernando, que de una manera se producía en público y obraba de otra bajo mano, suscitaron durante muchos meses grandes obstáculos al animoso Cardenal.

En 1.° de Setiembre, en carta que dirige desde Alcalá al Canónigo Lopez de Ayala, se queja de que «por vias indirectas se buscan dilaeiones, porque Diego de Vera y el mismo Villalobos escriven que por egaño á cabsa de ynvierno seria cosa de grande peligro