Página:El Cardenal Cisneros (10).djvu/12

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presentarse en el mismo Madrid para mover los ánimos en contra del Cardenal, con tanta más cólera cuanto que Cisneros hacia poco caso de este adversario, que no consideraba peligroso; pero emparentado Giron con la mayor parte de la nobleza, quiso interesarla en una gran conspiración. Creia que se podria contar con el Condestable de Castilla, porque el Cardenal quería ocuparle algunas rentas y bienes de que gozaba sin titulo legítimo y que correspondian á la Corona; con el Duque de Alburquerque y el Duque de Medinaceli que temian verse privados de rentas que poseían sobre el dominio real, y por último, con el Obispo de Sigüenza, portugués de nacimiento que reemplazó al Cardenal de Santa Cruz en este obispado y que temia también verse desposeído de su mitra, bien porque los extranjeros no pueden gozar de estos beneficios en España, según la ley, ó bien porque se reinstalase en su obispado á dicho Cardenal, vuelto á la gracia del Papa León X y del nuevo soberano de Castilla, á cuyo lado bullia y se agitaba á la sazón, según avisaban de Flándes á Cisneros [1]. Queria colocar al frente de esta liga al Duque del Infantado, hombre de gran autoridad y de muchos medios, que corria mal con Cisneros desde que éste no quiso casar á su sobrina con uno de sus hijos, prefiriendo al primogénito del Conde de la Coruña, inmediato pariente, pero enemigo también del Duque del Infantado. Fuéronle á buscar á Guadalajara algunos de los conjurados, impacientes de su cooperación, pero en honor de la verdad, allí, en donde esperaban encontrar el más firme apoyo, hallaron el desencanto más cruel, puesto que el Duque del Infantado que odiaba cordialisimamente á Cisneros, conocía mejor que nadie las cualidades, las fuerzas y el poder del enemigo que se proponían combatir y no creia que tuvieran los medios necesarios para vencerlo en la lucha. El Duque del Infantado obsequió magníficamente á los señores de la Liga: allí cazaron, comieron, murmuraron, se divirtieron, y aunque es verdad que algunos de los amigos del Arzobispo se manifestaron temerosos de alguna novedad, no así Cisneros, que los tranquilizaba y les decia sonriendo: «dejad que se diviertan; los mismos gastos que hacen aumentan las dificultades para poderme hacer algún daño.» Cisneros, sin embargo, no porque temiera nada, sino por evitar el mal ejemplo, les avisó particularmente de que sería

  1. Archivo de Simancas. - Estado. - Legajo nº 496, fólios 14 al 18.