Página:El Cardenal Cisneros (10).djvu/13

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conveniente para ellos mismos acabar con semejantes conciliábulos, y que si bien no los temia, podria verse obligado á hacerles comprender que aquellas reuniones estaban prohibidas por las leyes del reino, en cuyo caso les daria á conocer su desagrado, no por medios violentos, empleando las tropas y la hacienda del Rey, sino de una manera muy suave, atacándoles en sus propias rentas é intereses. La Liga, pues, de los Nobles, como que no obedecía á ningún pensamiento patriótico, como no tenía tras de si ninguna fuerza en la opinión y como no se fundaba más que en ambiciones frustradas y en codicias no satisfechas ó temerosas de algún perjuicio, se deshizo como el humo. Verdad es que enviaron á la Corte de Flándes á un hombre discreto y hábil, como D. Alvaro Gomez, para que les alcanzase la gracia del nuevo Rey; pero los principales jefes de la Liga, como el Duque del Infantado y el Condestable de Castilla, se rindieron al Cardenal y se procuraron su favor, bien escribiéndole cartas afectuosas, ó bien valiéndose de amigos comunes que sirvieran de intermediarios.

Desde este instante, los Nobles estaban completamente dominados por Cisneros. En vano negaban la legitimidad de su poder, porque se hacia obedecer en todos los casos, y cuentan las crónicas, y acepta la tradición, que disputando un día algunos de estos Grandes con el Cardenal de España acerca de la legitimidad de sus poderes, el valiente Ministro prometió enseñárselos cumplidamente al dia siguiente. Llegado el momento, los llevó á la torre del castillo en que habitaba, les señaló, por las afueras de Madrid, las tropas y piezas de artillería de que podía disponer y que estaban colocadas en orden de batalla, y les dijo: Ved aquí los poderes que me ha dado el Rey Católico, con los cuales gobierno á España y la gobernaré hasta que el Príncipe nuestro Soberano venga en persona.


LXII.

Por este tiempo realizó Cisneros una de las ideas favoritas del Rey Católico, cual fué la creación de un verdadero ejército permanente.

Siempre Cisneros había mirado con afición las cosas de la milicia. Sus conversaciones con D. Fernando, con el Gran Capitán, con los soldados más hábiles de su tiempo, algunas de sus lecturas y la campaña de Africa que dirigió, le habían familiarizado con las cosas de la guerra. Era enemigo de las levas que reclutaban