Página:El Gíbaro.djvu/211

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culpable, y para que sean mas nobles y no crean tan bajo al autor.

—Señor, señor, veo á dos que estan á punto de desafiarse, porque el uno dice que el autor es frio, y el otro que demasiado caliente.

—Déjalos que se rompan las narices, que los dos piden peras al olmo.

Habló despues el muchacho de infinidad de tipos, que no dejaron de servirme de diversion: poetas que jamás han escrito un verso, literatos que ¡Dios nos asista! críticos ignorantes que hallaban un defecto en el perfil de cada letra, y amigos desconsiderados que todo lo aplaudian; finalmente dijo: Ahora alcanzo á ver unos señores muy comedidos que discuten sin enfadarse y que hacen con mucha calma sus observaciones.

—Pues sal de dentro del diablo, para que no digas algun despropósito contra esos señores, que deben ser hombres de talento.

Salió efectivamente de detrás de la cortina, y yo de la casa pensando en lo que habia oido.

Al dia siguiente fui á buscar al charlatan para que me dijera como habia sabido todo aquello de ser yo el autor del Gíbaro.

—Muy sencillamente, me respondió: dias pasados estuve donde imprimen la obrita, allí le vi á V. y hasta leí una prueba vieja que me dió uno de los cajistas que es amigo mio. En cuanto á la opinion que de ella formarán, eso es cosa olvidada ya y poco mas ó menos de todas se forma la misma, segun el caletre de cada uno de los que la leen.