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Página:El Gaucho Martín Fierro.djvu/27

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Sobre Martin Fierro. — XIX

Necesitamos un Dante, un Goethe, un Cervantes que dé forma al pensamiento, al espíritu original de América, que refleje en su estilo, en su filosofía, en sus cuadros, nuestras costumbres, nuestras creencias, en fin, nuestra vida tal como es.

Preguntando Shakespeare sobre la primacía de sus dramas, contestó: «Ricardo tercero es la mejor de mis obras, porque es la mas inglesa».

Así debemos pensar los americanos y decir: la obra mas eminentemente literaria, debe ser para nosotros, no la mas voluminosa, la de mas grande concepción, sino la mas americana.

La República Argentina en sin duda la que en todos los géneros literarios ha contribuido mejor y con mas contingente á formar ese retrato de tan difícil delineamento, de tan complicados matices, y que sin embargo encierra en su fondo una asombrosa sencillez, la expresión estereotípica del espíritu de un pueblo por su poesía.

No conocemos ningún poeta Americano que revele con mas verdad, mas grandeza, mas naturalidad el espíritu de su patria, que estos tres argentinos:

Echeverría, José Hernández y Olegario Andrade.

Martin Fierro es la obra magistral de Hernandez, poema sencillo en su concepción y desarrollo dramático, pero espejo pulidísimo de las costumbres, instituciones é ideas verdaderamente argentinas, filosofía misantrópica que hace olvidar la sangre fria de Larrochefoucauld ó de Voltaire, crítica amarga como la de Juvenal ó Rabelais, gracia como la de Cervantes, escepticismo venenoso bebido en Goethe, y sobre todo, verdad, naturalidad, sencillez, aprendidas en el único libro que leen y deben leer filósofos y poetas como Hernandez: la naturaleza.

Tales son los caracteres prominentes de ese libro original, del que nos vamos á ocupar y cuya apología puede sintetizarse en esta sola verdad: «es el único libro argentino del que vá á hacerse la duodécima edición con utilidad para el autor, para el editor y para el pueblo».


TERCER ARTICULO

Para apreciar el libro del señor Hernandez, que lleva el mismo título que este artículo, es necesario conocer intimamente el tipo original del gaucho.

El gaucho no es el indio primitivo de las pampas y selvas americanas, no es el español conquistador de nuestro suelo, ni es el cuarteron que lleva en sus venas la sangre mal confundida de ambas razas.

Es indubable que en su constitución fisiológica es necesario reconocer esos elementos, ese origen orgánico; pero no en su tipo social.

Hay dos elementos psicológicos que definen al gaucho: la conciencia de su fuerza corporal, y el atrevimiento de su fantasía.

El gaucho se cree invencible, y de ahi proviene la segundad en sus empresas, la confianza en el éxito y la serenidad en el peligro.

El caballo con su vigor y ligereza, la pampa con su inmensidad, han acentuado ese rasgo gráfico de su fisonomía moral.

Y es sin duda á la misma causa á la que obedece ese poder extraordinario de imaginación, que absorbe en sus vastos pliegues las otras facultades de su ser.

El valor en el gaucho no es una impulsión orgánica, no es un arrebato sanguíneo, no es un estremecimiento nervioso, no es un deber moral, no es una virtud cívica; es un vuelo de su fantasía, la realidad de un sueño, un halago de su orgullo, una necesidad de su espíritu, en que domina esa inclinación instintiva á lo grande, á lo infinito.

Asi han sido los Galos, los Normandos, y todas las razas viriles, á las que la vida sedentaria y los vicios sociales han raquitecido, y que en los albores de su vida civil, estaban familiarizadas con la avidez é inmensidad de los desiertos, con el ímpetu de los huracanes, la soberbia de las tempestades y la voracidad de las fieras.

El gaucho es natural, ingénita y fatalmente poeta y filósofo.