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LIV — Carta del Señor Hernández.

en los que participan de su destino, un interés fácil de explicar; pues si la felicidad aleja, el infortunio aproxima.

¡Ojalá que Martín Fierro haga sentir á los que escuchen al calor del hogar la relación de sus padecimientos, el deseo de poderlo leer!

A muchos les haría caer entonces la baraja de las manos.

A punto de terminar esta carta, recibo un periódico en que se registra una correspondencia del Dr. Ricardo Gutiérrez, datada en Paris, en 12 de Julio último.

Interrumpí mi trabajo para leerla, aunque rápidamente, pero con el interés que me inspira cuanto sale de la pluma de ese distinguido compatriota, que parece pertenecer á aquella civilización antigua que nos admira todavía, y de la que se dijo: que todos los poetas eran sabios, y todos los sabios eran poetas.

Me permito trascribir algunos párrafos de esa correspondencia, y juzgue el lector de la oportunidad y motivo de la reproducción.

Habla el Dr. Gutierrez:

Por todas partes donde caminamos en las capitales del mundo, nos seduce un espectáculo grandioso; cada hombre del pueblo vive de un arte, de un oficio, de una profesión; la Francia es hecha por franceses y el Brasil por los brasileros, y así cada nación culminante con todo lo que encierra y vale, desde el fonde de la alcantarilla hasta la cruz de la torre.

«Educar el pueblo, quiere decir aqui darle medios de vida por la enseñanza de el trabajo, que es el título de su significación social, el radio por el cual converge al círculo de las naciones civilizadas y su base de orden, de progreso, de aspiración y de paz; y así los europeos creen sociedades primitivas á las naciones sud americanas, porque las ven ausentes en los concursos de Exposición. El que mira sin pasion este criterio, lo encuentra ajustado á la verdad, porque los arcos y flechas del Chaco y los trozos de materia bruta que hemos dado por muestra de nuestra existencia en los certámenes de las artes y la industria universales, retrogradan lealmente hasta los tiempos de la conquista nuestra significación social. Allí es donde á veces ha oprimido el corazón esta bárbara pregunta:

« — Y los gauchos de allá ¿son antropófagos?

— No señor, he respondido, — son cristianos, pastores, son agricultores y jornaleros; los famosos ginetes de la tierra; son criaturas de un corazón noble y bravo, de una inteligencia sorprendente; son hospitalarios, sobrios y generosos y habituados á tan enormes trabajos rurales, que son los únicos que no le sean disputados por el incesante concurso de la inmigración.»

Bien, pues, creo que las figuras colocadas en escena en el Martín Fierro, no desmienten ni contradicen esos rasgos de la fisonomía moral y del carácter distintivo de nuestros gauchos, trazados con rapidez, pero con exactitud, por el autor de los párrafos que acaban de leerse.

Termino esta, con la satisfacción de hallar de este modo robustecida y confirmada mi opinión, con la de un observador prudente, á quien el espectáculo de la civilización Europea, no ha debilitado sus simpatías y su admiración por la naturaleza Americana, con todas sus grandezas y con todos sus defectos.

Pido á Vds. humildemente disculpa por la demasiada extensión que he dado á esta carta, y me ofrezco.

A. S. S.


José Hernández.


Montevideo, Agosto 1874