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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

mal no me acuerdo, el llagado y falto de sueño, y el ferido besa á vuestra merced las manos, ingrata y muy desconocida hermosa; y no sé qué decía de salud y de enfermedad que le enviaba; y por aquí iba escurriendo, hasta que acababa en: Vuestro hasta la muerte, el caballero de la Triste Figura.

No poco gustaron los dos de ver la buena memoria de Sancho Panza, y alabáronsela mucho, y le pidieron que dijese la carta otras dos veces, para que ellos asimismo la tomasen de memoria para trasladalla á su tiempo. Tornóla á decir Sancho otras tres veces, y otras tantas volvió á decir otros tres mil disparates. Tras esto contó asimismo otras cosas de su amo; pero no habló palabra acerca del manteamiento que le había sucedido en aquella venta, en la cual rehusaba entrar. Dijo también cómo su señor, en trayendo que le trújese buen despacho de la señora Dulcinea del Toboso, se había de poner en camino á procurar como ser emperador, ó por lo menos monarca, que así lo tenían concertado entre los dos, y era cosa muy fácil venir á serlo, según era el valor de su persona y la fuerza de su brazo; y que en siéndolo, le había de casar á él, porque ya sería viudo (que no podía ser menos), y le había de dar por mujer á una doncella de la emperatriz, heredera de un rico y grande estado de tierra firme, sin ínsulas ni ínsulos, que ya no los quería. Decía esto Sancho con tanto reposo, limpiándose de cuando en cuando las narices, y con tan poco juicio, que los dos se admiraron de nuevo, considerando cuán vehemente había sido la locura de don Quijote, pues había llevado tras sí el juicio de aquel pobre hombre. No quisieron cansarse en sacarle del error en que estaba, pareciéndoles que, pues no le dañaba nada la conciencia, mejor era dejarle en él, y á ellos les sería de más gusto oir sus necedades; y así, le dijeron que rogase á Dios por la salud de su señor, que cosa contingente y muy agible era venir con el discurso del tiempo á ser emperador, como él decía, ó por lo menos arzobispo, ú otra dignidad equivalente.

A lo cual respondió Sancho:

—Señores, si la fortuna rodease las cosas de manera que á mi amo