hacía tanta fiesta, que daba señales de volverse loco. Llegóse en esto el tiempo de la partida de mi padre, la cual él supo, y no de mí, pues nunca pude decírselo. Cayó malo, á lo que yo entiendo, de pesadumbre, y así, el día que nos partimos nunca pude verle para despedirme dél siquiera con los ojos; pero á cabo de dos días que caminábamos, al entrar de una posada en un lugar, una jornada de aquí, le vi á la puerta del mesón, puesto en hábito de mozo de mulas, tan al natural, que si yo no le trujera tan retratado en mi alma, fuera imposible conocelle. Conocíle, admiréme y alegréme; él me miró á hurto de mi padre, de quien él siempre se esconde cuando atraviesa por delante de mí en los caminos y en las posadas do llegamos; y como yo sé quién es, y considero que por amor de mí viene á pie y con tanto trabajo, muérome de pesadumbre, y adonde él pone los pies pongo yo los ojos. No sé con qué intención viene, ni cómo ha podido escaparse de su padre, que le quiere extraordinariamente, porque no tiene otro heredero y porque él lo merece, como lo verá vuestra merced cuando lo vea. Y más le sé decir, que todo aquello que canta lo saca de su cabeza; que he oído decir que es muy gran estudiante y poeta; y hay más, que cada vez que le veo ó le oigo cantar, tiemblo toda y me sobresalto, temerosa de que mi padre le conozca y venga en conocimiento de nuestros deseos. En mi vida le he hablado palabra; y con todo eso, le quiero de manera, que no he de poder vivir sin él. Esto es, señora mía, todo lo que os puedo decir deste músico, cuya voz tanto os ha contentado, que en sola ella echaréis bien de ver que no es mozo de muías, como decís, sino señor de almas y lugares, como ya os he dicho.
—No digáis más, señora doña Clara, dijo á esta sazón Dorotea (y esto besándola mil veces); no digáis más, digo, y esperad que venga el nuevo día; que yo espero en Dios de encaminar de manera vuestros negocios, que tengan el felice fin que tan honestos principios merecen.
—¡Ay, señora! dijo doña Clara, ¿qué fin se puede esperar, si su padre es tan principal y tan rico, que le parecerá que aun yo no puedo ser criada de su hijo, cuanto más esposa? Pues casarme yo á hurto de