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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

mento. La primera vez me fatigó mucho un moro encantado que en él hay, y á Sancho no le fué muy bien con otros sus secuaces; y anoche estuve cogido deste brazo casi dos horas, sin saber cómo ni cómo no vine á caer en aquella desgracia. Así que, ponerme yo agora, en cosa de tanta confusión, á dar mi parecer, será caer en juicio temerario. En lo que toca á lo que dicen, que esta es bacía, y no yelmo, ya yo tengo respondido; pero en lo de declarar si ésa es albarda ó jaez, no me atrevo á dar sentencia definitiva; sólo lo dejo al buen parecer de vuestras mercedes: quizá por no ser armados caballeros, como yo lo soy, no tendrán que ver con vuestras mercedes los encantamentos deste lugar, y tendrán los entendimientos libres, y podrán juzgar de las cosas deste castillo como ellas son real y verdaderamente, y no como á mí me parecen.

—No hay duda, respondió á esto don Fernando, sino que el señor don Quijote ha dicho muy bien que á nosotros toca la definición deste caso; y porque vaya con más fundamento, yo tomaré en secreto los votos destos señores; y de lo que resultare, daré entera y clara noticia.

Para aquellos que la tenían del humor de don Quijote, era todo esto materia de grandísima risa; pero á los que la ignoraban, les parecía el mayor disparate del mundo, especialmente á los cuatro criados de don Luis, y á don Luis ni más ni menos, y á otros tres pasajeros que acaso habían llegado á la venta, que tenían parecer de ser cuadrilleros, como en efecto lo eran; pero el que más se desesperaba era el barbero, cuya bacía, allí delante de sus ojos, se le había vuelto en yelmo de Mambrino, y cuya albarda, pensaba sin duda alguna que se le había de volver en jaez rico de caballo; y los unos y los otros se reían de ver cómo andaba don Fernando tomando los votos de unos en otros, y hablándoles al oído, para que en secreto declarasen si era albarda ó jaez aquella joya sobre quien tanto se había peleado; y después que hubo tomado los votos de aquellos que á don Quijote conocían, dijo en alta voz:

—El caso es, buen hombre, que ya yo estoy cansado de tomar tan-

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