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tra santa fe y vayan a las penas del infierno, siquiera ayudadlos con vuestra limosna y con cinco padrenuestros y cinco avemarias para que salgan de cautiverio. Y aun también aprovechan para los padres y hermanos y deudos que tenéis en el purgatorio, como lo veréis en esta santa bula.

Como el pueblo las vió así arrojar, como cosa que la daba de balde y ser venida de la mano de Dios, tomaban a más tomar, aun para los niños de la cuna y para todos sus difuntos, contando desde los hijos hasta el menor criado que tenían, contándolos por los dedos. Vímonos en tanta prisa, que a mi ainas me acabaran de romper un pobre y viejo sayo que traía, de manera que certifico a vuestra merced que en poco más de una hora no quedó bula en las alforjas, y fué necesario ir a la posada por más.

Acabados de tomar todos, dijo mi amo desde el púlpito a su escribano y al del Concejo que se levantasen; y para que se supiese quiénes eran los que hablan de gozar de la santa bula y para que él diese buena cuenta a quien le había enviado, se escribiesen.

Y así, luego, todos de muy buena voluntad decian las que hablan tomado, contando por orden los hijos, y criados y defuntos.

Hecho su inventario, pidió a los alcaldes que, por caridad, porque él tenía que hacer en otra parte, mandasen al escribano le diese autoridad del inventario y memoria de las que allí quedaban, que, según decía el escribano, eran más de dos mil.

Hecho esto, él se despidió con mucha paz y amor, y así nos partimos deste lugar. Y aun, antes que nos par-