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tiésemos, fué preguntado él por el teniente cura del lugar y por los regidores si la bula aprovechaba para las criaturas que estaban en el vientre de sus madres.

A lo cual el respondió que, según las letras que él habia estudiado, que no. Que lo fuesen a preguntar a los doctores más antiguos que él, y que esto era lo que sentía en este negocio.

Y así nos partimos, yendo todos muy alegres del buen negocio. Decía mi amo al alguacil y escribano:

¿Qué os parece cómo a estos villanos, que con sólo decir cristianos viejos somos, sin hacer obras de caridad se piensan salvar, sin poner nada de su hacienda? Pues, por vida del licenciado Pascasio Gómez, que a su costa se saquen más de diez cautivos.

Y así nos fuimos hasta otro lugar de aquel, cabo de Toledo, hacia la Mancha, que se dice, adonde topamos otros más obstinados en tomar bulas. Hechas mi amo y los demás que íbamos nuestras diligencias, en dos fiestas que allí estuvimos no se hablan echado treinta bulas.

Visto por mi amo la gran perdición y la mucha costa que trala, y el ardideza que el sutil de mi amo tuvo para hacer despender sus bulas fué que este día dijo la misa mayor, y después de acabado el sermón y vuelto al altar, tomó una cruz que trata de poco más de un palmo, y en un brasero de lumbre que encima del altar habia, el cual hablan traido para calentarse las manos, por que hacía gran frío, púsole detrás del misal, sin que nadie mirase en ello. Y allí, sin decir nada, puso la cruz encima la lumbre, y, ya que hubo acabado la misa y echada la bendición, tomóla con un pañizue-