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de una escoba, ya en el lomo de una cabra, ya, en fin, entregándolas al mismo demonio en persona.

Pasó el tiempo de las brujas, pero aun continuaron gozando de universal crédito los adivinos y adivinas, los que cultivaban las ciencias ocultas, los intérpretes de sueños, augures, arúspices, taumaturgos y autores de prodigios que desde tiempo inmemorial habían venido apareciendo en todas las naciones. José interpreta en Egipto los sueños de Faraon; Daniel en Babiloina los de Nabucodonosor; el anciano Tiresias es la admiracion de la Grecia por sus pronósticos; « guárdate de los idus de marzo », dice un adivino á César, y César es asesinado en los idus de marzo. Los devotos de San Pascual Bailon admiran la singular bondad conque este santo por medio de tres palmadas les avisa con anticipacion de tres dias la hora de la muerte. A últimos del pasado siglo apareció en Europa el célebre Cagliostro, que se jactaba de ser uno de los arquitectos del templo de Salomon; Cagliostro conocia y presagiaba el porvenir, habia tenido siete vidas en el mundo y contaba pasar otras muchas mas. Aun no se ha olvidado en Francia á la célebre profetisa Lenormand, que vivia en 1820, que vaticinó su suerte á Napoleon y á los Borbones, y que diciéndose descendiente de la Sibila de Cumas, escribió un libro de oráculos. En España tenemos una raza entera de agoreros, y hemos temdo tambien personas inspiradas que no es del caso citar. Todavia en toda Europa se practica la cartomancia, la adivinacion por medio de as cartas; la quiromancia es tan antigua como el mundo; actualmente en Roma hay una Catalina que se ha atrevido á predecir su suerte á los cardenales; y todos los años una multitud de profetas, mas ó menos falsos ó instruidos, nos anuncia el porvenir.

Si del hombre pasamos á los animales fabulosos, aun encontraremos sobre este puntocreencias universales. El dragon, por ejemplo, es tal vez el animal mas célebre y mas minuciosamente descrito por poetas, pintores y artistas. Represéntasele generalmente en figura de serpiente , pero con piés como el cocodrilo, con alas como el águila, y con escamas impenetrables; y asi como se ha querido que pudiese andar por la tierra,. por el aire y por el agua, se le ha dado una astucia y un poder proporcionados á estas cualidades. Tambien la idea del dragon vino del Oriente: los chinos creen todavia que el sol está perseguido por un gran dragon que trata de devorarlo; y cuando ocurre algun eclipse, se reunen en gran multitud en las plazas y calles, cada cual con los instrumentos sonoros que puede haber á la mano, y hacen con ellos un ruido infernal á fin de espantar al monstruo y obligarle á abandonar su presa. Sus tradiciones mas antiguas hablan de un dragon enorme que fue destruido por uno de los espiritus celestes que gobernaban el mundo en las primitivas épocas, bajo la direccion del Ser Supremo. ¿Será este un vislumbre de la verdad conque las Escrituras nos presentan la lucha entre los ángeles buenos y los malos?

Filostrato, en la vida de Apolonio de Tiane, dice que los indios se entregaban con furor á la caza de dragones por medio de artes mágicas. A una de estas cacerias asistió Apolonio, segun cuenta su biógrafo, y en ella esperimentó gran placer «por ser caza magnifica que tenia tanto de humana como de divina.» El mismo autor nos describe los monstruos, objeto dé las diversiones sobrenaturales de los radjas indios y de su comensal Apolonio. Sus ojos y escamas, dice, brillaban como carbunclos; estas eran impenetrables y duras como diamantes; aquellos causaban un efecto eléctrico sobre los hombres, de que solo por artes mágicas era posible librarse. No solo los pantanos, sino los montes y las rocas, añade Filostrato, abundan en estos animales. Los dragones de las montañas son grandes, feroces y magnificos; tienen una cresta que toma considerables proporciones á medida que crece el animal; unos son encarnados y con barba, otros tienen las escamas blancas como plata; las pupilas de sus ojos, de un brillo singular, poseen la virtud maravillosa de descubrir los tesoros escondidos. Las piedras preciosas que los dragones de las montañas llevan en la cabeza, son un antidoto contra el veneno; pero, dice Plinio, deben ser estraidas cuando el animal está vivo.

Los cuentos árabes nos hablan repetidas veces de los dragones guardadores de diamantes y piedras de singular virtud en la cima de montañas, en el fondo de valles inaccesibles, en cavernas de ilimitada profundidad y estension. Otros custodian tesoros encargados á su celo por genios ó por magos; algunos son fieles y vigilantes depositarios del huevo que estrellado en la frente de un descomunal vestiglo, ha de destruir el encanto en que yace aprisionada una hermosisima princesa mora; otros, en fin, tiran del carro de la Noche ó conducen gigantes por los aires ó salen de sus cuevas á sus espediciones asoladoras, y esparcen el terror por comarcas dilatadas envenenando el aire con su aliento.

De esta clase de dragones se ven muchos en la antigua Grecia, despues entre los romanos, y luego en la edad media. Hércules mereció la apoteosis por haber destruido multitud de estos monstruos, entre ellos la famosa hidra de Lerna. La mitologia griega ha hecho célebre el dragon que guardaba las manzanas de oro del jardin de las Hespérides, y todo el mundo sabe que los Argonautas no emprendieron su peligroso viaje sino con el objeto de I apoderarse del vellon de oro de un carnero puesto bajo la especial tutela y vigilancia de un enorme dragon que echaba fuego por la boca y por los ojos.

En la edad media el dragon es generalmente el simbolo del demonio, como lo muestran las efigies de San Miguel, en que Satanás suele estar representado en esa figura. San Anton retirado en el desierto esperimentó varias veces las tentaciones del enemigo en figura de dragon monstruoso; San Jorge pelea ya con un dragon y le vence; no como San Anton con las armas de la penitencia, sino con su lanza como guerrero del Señor. No hay caballero andante en la edad media que no tenga que habérselas á menudo con un dragon mas ó menos formidable, de cuyo vencimiento depende el éxito de una importante aventura. Santa Marta, estando un dia predicando en Ais, tuvo noticia de los estragos que hacia un horrible dragon llamado Tarasca, que tenia su habitacion en un pantano inmediato. La santa se dirigió sin perder tiempo á la morada del monstruo, le apaciguó rociándole con agua bendita, y quitándose despues una liga, le ató y le llevó por Aix enmo si fuese un cordero. Y los que tenemos alguna edad, ¿no recordamos todavia haber visto en nuestra niñez la Tarasca, precediendo á la procesion del Corpus? Era esta una figura de serpiente que alargaba y encogia la cabeza, y ponia todo su conato en atrapar el sombrero del que se le acercaba. De sus espaldas salian unas figurillas que entretenian á los muchachos mientras la serpiente trataba de hacer presa en el adorno de sus cabezas. Véase segun don Juan de Zavaleta escritor del siglo XVII, lo que aquel simbolo significaba.

«Aquella, dice, es la serpiente que venció Cristo en »la cruz y que va convencida en el triunfo. Entregado »va alli el demonio á los muchachos como loco, pues no «puede haber locura mas grande que oponerse á Dios. «Va á los muchachos entregado . porque son los que re«presentan á los justos.... Aquella culebra va alargando «la garganta á los sombreros, como el demonio á las cabezas; á todos los quiere tragar el entendimiento para »que sin entendimiento obren.... De las espaldas de esta serpiente salen de cuando en cuando bullendo con «holgura los vicios para divertir al muchacho á quien «intenta cogerle el sombrero. El que se divierte, le pierde; el que se desvia, se escapa. De estos reparos puede «resultar reparo en las costumbres quien no los hace, «no se aprovecha de la intencion del dia.»

Vemos, pues, cómo las creencias populares han tenido ya un fondo de verdad, ya una razon de ser, un origen religioso, ó filosófico ó moral, aunque despues en el trascurso del tiempo se haya perdido su primitiva significacion, y se haya enredado la verdad entre fábulas mas ó menos bellas, mas ó menos inverosimiles ó absurdas.

Nemesio Fernandez Cuesta.



UN EPISODIO HISTÓRICO.

         (conclusion.) 

Delante de él se levantaron como dos amenazas sombrias y terribles á su intencion, el cardenal don fray Francisco Jimenez de Cisncros, el hombre de hierro; Gonzalo Fernandez de Córdoba, el Gran capitan, el conquistador de Nápoles, el terror de los franceses, el invencible, y tras estos dos gigantes la luminosa pleyada de la nobleza de Castilla, con sus nombres ilustrados en la conquista de Granada, con su sangre vertida sobre los arenales de Africa y sobre los verjeles de Italia.

Fernando V, pues, pensamiento de Maquiavelo, alma curva, se doblegó ante lo irresistible de los sucesos como se habia doblegado tantas veces, y aceptó lo que le daban proponiéndose tomar lo que á las manos se le viniese.

Pero la reina doña Juana era su hija, y Aragon, Nápoles y Sicilia sus reinos; podia por una parte influir en el ánimo de doña Juana en daño de su esposo, y en cuanto á sus reinos...

Un segundo casamiento podia darle hijos...

Fernando el Católico envió agentes secretos á doña Juana para entablar con ella secretas negociaciones, al mismo tiempo que pedia por mujer al rey de Portugal, á aquella desdichada, hija de Enrique IV, desheredada por culpas de su madre del trono de Castilla , llamada por los castellanos la Beltraneja, y por los portugueses la Excelente señora.

Pero el emisario del rey á su hija fue descubierto y encerrado, encerrada en su aposento de palacio la reina doña Juana, y por la parte del rey de Portugal negada al rey la mano de la Excelente, que, sepultada en un claustro hacia ya muchos años, había renunciado completamente á las vanidades mundanas, y manifestó una repugnancia invencible á este eulace.

El implacable sueño seguia reproduciendo en el rey Católico, avivando, los amargos sinsabores que habia empezado á esperimentar desde la muerte del principe don Miguel, y que habia exacerbado la de la reina Isabel.

Y siguió él sueño.

Allá en Francia habia una princesa, bija del conde de Narbona Gaston de Foix, hermana del rey Luis XII, nieta de doña Leonor, hermana del rey don Fernando, hija del rev de Navarra y de Aragon, don Juan, su padre, y de dona Blanca, reina propietaria de Navarra.

Esta princesa se llamaba Germana de Foix.

Era jóven y hermosa, pero indigna de reemplazar en el tálamo de Fernando V á la reina doña Isabel.

Fernando cerró los ojos á todo: ¡un hijo! ¡un hija que robase sus reinos á los austriacos! ¡un hijo que dividiese otra vez á España, é hiciese infecundo aquel consorcio admirable que parecia haber sido decretado por la Providencia!

Hiriéronse paces á causa de este matrimonio entre Francia y España por ciento y un años (que sin embargo no duraron otras tantas semanas), y Fernando V tuvo una segunda esposa.

Uniéronse en fin la ambicion y la locura, y entonces el sueño implacable, terrible, la mirada retrospectiva á su pasado desde el borde de la tumba, hizo gemir al rey , retorcerse, sentirse torturado por aquel letargo» cruel, por aquella segunda vida del remordimiento.

Su ojo suspicaz vió á Castilla escandalizada ante el monstruoso consorcio de un rey envejecido por la insaciable sed de dominio, por la continua lucha con los hombres y con las cosas, con una bacante coronada. Repugnó á los menos escrupulosos aquella intencion innoble de robar á su hija, á sus nietos, una herencia que les pertenecia, y la nobleza castellana abandonó al rey, yendo los unos á poblar las cámaras de los embajadores flamencos, los otros á sus castillos, quedando solo al lado de Fernando, Cisneros, el Almirante, el marqués de Denia y el duque de Alba.

¡Oh! ¡y que sueño tan horrible!

¡Oh! ¡que horrible el semblante del moribundo en que se reflejaba aquel sueño!

¡Oh! ¡y cuanta razon tenia fray Tomás de Malienzo, confesor de Fernando, en estremecerse ante aquello que pasaba por el semblante del rey Católico, incomprendido, sombrio, mas sombrio por su misterio, misterio que solo sondeaban, el rey que sufría aquel martirio, Dios que en su justica lo permitia!

Y siguiendo el sueño, vió el rey llegar un dia en que cayó á los piés del trono de Castilla como un arbol herido por el hacha del leñador, el estranjero que le ocupaba.

Felipe murió.

Murió, y una sonrisa convulsiva, sardónica, cruzó por los labios de Fernando V.

Y vió que apenas muerto Felipe el Hermoso, la mal domeñada nobleza de Castilla, empezó á revolverse, y que volvian los antiguos trastornos, y que desconfiaban los unos de los otros y se hacian "la guerra los mas allegados.

Vió con un amargo despecho que los castellanos para sosegar el reino, pensaban en el gobierno de Cisneros, juzgando insuficiente el suyo, y vió traido y llevado de villa en villa, y de fortaleza en fortaleza, á su nieto el infante don Fernando, de quien los principales magnates querian apoderarse y jurarle sucesor de la corona en daño de su hermano Carlos de Gante.

Porque el infante don Fernando habia nacido en Castilla y don Carlos en suelo estranjero.

Y crecian los bandos y las parcialidades, y los desafueros y los desastres, como en un reino falto de cabeza.

Y este recuerdo pasaba por el sueño del rey, y á este seguia otro: el del dia en que los castellanos, desesperados recurrieron á él y le confirmaron en el gobierno del reino.

Y el sueño seguia revuelto, terrible, torturando á Fernando V, amargando su agonia, representándole en el porvenir una horrible lucha entre sus dos nietos don Carlos y don Fernando, y una no menos horrible guerra civil en sus reinos.

Y en medio de este torbellino de sucesos pasados, aparecia la reina Germana, con sus galanteos, con sus dispendiosos gastos, como el reverso repugnante de la reina doña Isabel.

Para consolar estos dolores, su rivalidad hácia Cisneros, sú injusticia para con Gonzalo Fernandez de Córdoba, la usurpacion del reino de Navarra á Juan de Labrit, hubo un momento en que el rey creyó logrados sus deseos, satisfecho su odio contra la casa de Austria.

La reina Germana estaba en cinta.

Femando V llegó entonces á amar á la reina Germana.

Dios le concedia el heredero que tanto habia deseado.

¡Caricia traidora de la fortuna, promesa no cumplida, alegria tomada en despecho!

Femando el Católico, vió otra vez ante su dormido pensamiento el cadáver de aquel infante, muerto apenas nacido, perdido apenas logrado.

Y se obstinó, y su obstinacion, su rebeldia contra el cielo que parecia avisarle, apresuró el fin de su vida, de aquella vida tan agitada por la sed de dominio, por lo insaciable de su ambicion.

Por el mes de febrero de 1513, empezó á sentir la dolencia que debia acabar con él, y que se atribuyó á no sé qué potaje que le dió la reina su mujer con codicia de tener hijos; potaje ordenado por unas mujeres, de las cuales dicen que fue una doña Maria de Velasco, mujer del contador Juan Velazquez. [1]

De modo que su ambicion y su orgullo costaban á Femando V la vida, como si Dios hubiera querido castigarle.

¡Horribles eran los recuerdos que su sueño de

  1. Literalmente histórico.