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de Rivadavia está colocado en el mismo salon, sobre el armario de los Patos y Gansos.

En la línea central del salon que nos ocupa se hallan algunas vidrieras que encierran objetos fósiles de gran valor, como el Megaterio y otros, mientras que en el centro se observa, en iguales condiciones, el esqueleto de un Dinornis, enviado de Nueva Zelanda á nuestro Museo.

Allí, tambien, se vé la coleccion de minerales, los moluscos, los zoófitos, y en estantes laterales inferiores numerosas cajas que contienen insectos, etc.

Muchas otras piezas importantes están depositadas allí.

Al lado de este, y ocupando la esquina, está el salon que contiene las Aves Rapaces, las Trepadoras, las Gallináceas, Giradoras, Corredoras, Zancudas y el resto de las Palmípedas, así como tambien algunos esqueletos de Gliptodontes en vidrieras separadas.

Los aposentos privados del Director tienen su entrada por el gran salon, y la Biblioteca, riquísima en obras científicas, ocupa una sala baja en la misma esquina, y á la cual se entra por el zaguan.

El personal del Museo se compone del Director, dos preparadores (uno de ellos cazador) y el portero. No ha mucho se ha suprimido el puesto de Inspector, que ocupaba el Dr. Berg y no pasará mucho tiempo sin que su falta sea lamentada por todos, como lo es ya por aquellos que conocen la importancia de semejante empleo, máxime cuando ha sido desempeñado por un hombre como Berg.

El Museo de Buenos Aires mantiene relaciones por su Director con todos ó casi todos los Institutos análogos del mundo, mientras que la alta reputacion científica del Dr. Burmeister y su prodigiosa actividad han elevado el establecimiento al rango que hoy ocupa.

Pero la falta de un personal suficiente, el acumulamiento de objetos y otras causas, impiden que el Museo sea lo que Rivadavia imaginó al fundarlo, «un establecimiento científico de instruccion publica.....» pues, no obstante abrirse al público todos los Domingos, el público con los ojos aque-