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El sepulturero, el cáustico, etc. — 153

las obras más acabadas y primorosas del arte, aunque tengan por materia el oro y las piedras más preciosas; con la diferencia que en el artefacto más perfecto y pulimentado se notan groseros defectos si se les mira al través de un lente, al paso, que en el insecto se descubren nuevas y más admirables perfecciones. Pero ¿cómo dar una idea exacta de este objeto peregrino, sin emplear el pincel para ofrecer siquiera una tosca semejanza de su forma y de su ornato? Aun así sería imposible imitar la brillantez y tornasol de sus tintas vigorosas, que se conservan invariables después de muerto el insecto. En la necesidad de compararlo con algún otro viviente conocido, yo no encuentro sino aquel primoroso pajarito, obra maestra de la creación. El éntimo, sin disputa, tanto por la belleza de su figura, como por la riqueza de sus galas, debe ocupar entre los insectos alados el mismo rango que el picaflor entre las aves.

El vivo colorido de las pedrerías y el esplendor de los metales bruñidos relucen en el cuerpo del éntimo como en las plumas del picaflor; igual es el fulgor, igual la vivacidad de sus colores y cambiantes; e igual es nuestro encanto al contemplarlos. Aunque no puede haber semejanza en su estructura, por ser de naturaleza tan distinta; mas si el uno hechiza nuestros ojos con los mórbidos y tornátiles perfiles del ave, también el otro nos embelesa con la bella disposición de su cuerpo, de forma navicular sin ángulos ni líneas rectas que interrumpan la suavidad de sus contornos: y el éntimo tiene con el picaflor del delta una semejanza de colorido que no deja de ser reparable, pues ambos son de un hermoso verde con reflejos azulados. Las seis patas