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208 — El Tempe Argentino.

para su destino de terraplenador, porque es una espaldera viva, preparada por la naturaleza para sostén de las plantas sarmentosas.

Mil enredaderas se apiñan bajo su copa que no las priva de la luz del sol, y trepan a porfía por su rugoso tronco y espaciada ramazón para cubrir la desnudez del patriarca con un manto de follaje, mezclando sus variadas flores con las del árbol protector. En su espesura encuentran las aves seguro asilo para dormir, y abrigo para sus nidos. Así es como al pie de los seibos se acumula lentamente un gran depósito de detrito, resultado de la descomposición de las sustancias orgánicas depuestas por las plantas, los insectos y los pájaros.

El ombú, lejos de propagarse como el seibo, se cría siempre solitario y a largas distancias en la pampa.

De ningún modo convenía que el ombú participase de la fecundidad del seibo, porque éste fué destinado para formar el terreno y prepararlo para el hombre; pero aquél solamente para proteger su habitación sobre un terreno ya preparado. La naturaleza, para asegurar la multiplicación y perpetuidad de las especies vegetales, se ha mostrado pródiga en la producción de la semilla, e ingeniosa en los medios de su propagación. A unas les ha dado alas o velas para que sean llevadas por los vientos; a otras garfios para que se agarren de los animales encargados de transportarlas sin saberlo; estos mismos diseminan otras muchas después de haberles servido de alimento; a otras las ha rodeado de una pulpa apetitosa que las hace transportar a largas distancias por el hombre.