madera inútil se renueva vigorosa detras del hacha que la derriba?
¡Cosa admirable! Después del transcurso de miles de años desde la formación del suelo de las pampas, no se ha formado un solo bosque de ombúes; sólo se encuentran individuos aislados, que, lejos de embarazar el cultivo del terreno, son los mejores protectores de la estancia y de la chacra, defendiendo del sol y de la intemperie sus animales, sus aves, sus carros y sus útiles de labranza. La Providencia ha conservado por largos siglos, preparadas para el hombre, esas inmensas llanuras cubiertas de una gruesa capa de tierra vegetal, libre de piedras, bosques y matorrales, para que le fuese fácil su cultivo. Sólo plantó allí un árbol frondoso, vedándole la ocupación del terreno, hasta que llegase el pueblo que debía ser favorecido con tan rica posesión.
El ombú es el único objeto que se eleva sobre la dilatada pampa, destruyendo la monotonía de ese océano de verdura. Sus abultadas raíces, que se levantan en una enorme masa cónica, base de un tronco, imitan las rocas simulando en los huecos de su seno sombrías cavernas que pueden servir de cómoda habitación en el desierto. Casi siempre su presencia indica desde bien lejos, la morada humana al caminante extraviado que apresura hacia él sus pasos para gozar el seguro reposo del rancho hospitalario de la pampa.
En las dilatadas llanuras sin caminos, el ombú es el norte del viajero; y levantándose sobre la planicie de las costas del Plata, en forma de colinas invariables como las montañas, son la guía segura del navegante para tomar el puerto, evitando los bajíos peligrosos.