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252 — El Tempe Argentino.

han seguido un camino diametralmente opuesto al que yo señalo y que he practicado con fruto. Ellos no han hecho más que seguir las prácticas generales de la labranza, juzgando que observaban los dictados de la ciencia, cuando no hacían más que aplicar empíricamente las reglas establecidas para el cultivo de la generalidad de los terrenos, a uno de condiciones singulares. Han labrado a fuerza de brazos una tierra que no necesitaba ser removida; han derribado y descepado árboles que no necesitaban ser tocados, han roturado un suelo que no requería más que una simple sacha o escarda para hacer fructificar prodigiosamente cuanto pudiese contener en su espacio; y en otras muchas operaciones han procedido de un modo inverso al que convendría para obtener los productos mejor y más baratos.

La civilización es la economía de la fuerza, la ciencia nos da a conocer los medios más sencillos para obtener con la menor fuerza posible el mayor efecto y utilizar los medios para obtener un máximum de fuerza. Toda manifestación y disipación inútil de fuerza, ora en la agricultura, ora en la industria, ora en la ciencia, ora por fin en el Estado, es un rasgo característico del estado salvaje y de la falta de civilización.

Ya que la naturaleza parece que ha querido en el delta anticiparse al hombre, preparándole un suelo pingüe hasta lo maravilloso, conservándolo siempre mullido e incesantemente regado ¿por qué no aprovecharse de este trabajo hecho? ¿para qué ese desperdicio de fuerzas que no conducen a mejorar las condiciones productivas del terreno?