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EL CASAMIENTO DE LAUCHA

Y volvió á llorar á sollozos.

—¡Miren, la mujer tan grande y tan pazguata!... Déjese de llanto misia Carolina, que eso es de criaturas,—le dije en broma.—¡Para lo que va á sufrir ño Cipriano con que le anden adentro á estas horas! ¡Vaya! vamos á tratar de divertirnos un poco. Los muertos no quieren andar estorbando á los vivos, sino que los dejen quietos. Récele si gusta, pero ahora vamos á ver si comemos, y bien!

¿No les parece natural? ¡Natural!

Carolina se sosegó un poco, fué á cocinar, comimos después de cerrar la pulpería, yo traté de alegrarla con una punta de dichos y hasta milongas, y tempranito no más nos acostamos... Desde el otro día, principió la vidorria y la farra, después de enterrar á ño Cipriano que resultó bien muerto y sin culpa de nadie.

Los amigos—y ya tenía una punta—caían