Página:El cerco de pitas (1920).pdf/108

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
104
Edmundo Montagne

doblemente la atención en la novedad del programa:

"Los trapecistas—prodigios: niños de 10 años. A 20 metros, sin red".

E inmediatamente después de aquel grito, acaso de presentimiento, tuvo lugar el accidente. Allá, a los veinte metros de altura, colgaba la niña cabeza abajo, asida con sus pies de los pies del varón que permanecía sentado en el trapecio, tomado con sus manos de las cuerdas laterales. El cuerpecito de la niña, envuelto en la malla rosa, osciló en el vacío.

La cabellera rubia, estremecida, parecía una manotada de oro liquido, próximo a caer.

Y cayó. Cayó con su dueñecita adorable, que se hizo una plasta deforme y sangrienta contr suelo del escenario.

En pos del "¡ohhh!" de estupor, de espanto, de incontenible pena, lanzado por el público, el señor de la butaca 15, malgrado ser grueso, había trepado a las sillas de los músicos y subido al lngar del suceso.

Aquello era horrible de verse.

La niña, no se sabe cómo, había quedado sólo prendida de un pie, sostén que perdió en el movimiento desesperado que hiciera para asirse con el otro. Y fué en seguida algo, rosa y oro, que, súbitamente, en el tiempo del ¡ay! por ella misma lanzado, cayó y convirtióse en esa masa inerte y sangrienta.

Solamente el señor de la butaca 15, para no mirar, como hacían tantos, los monstruosos restos, di-