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El cerco de pitas

MEDIAS FINAS PARA SE ÑORAS

I N o siempre nos es dado corresponder a una broma algo pesada con otra que sirva de escarmiento. Está en nosotros el imaginarla. Pero si su realización no depende exclusivamente de nuestra voluntad; si han de entrar circunstancias extrañas, no ya sólo de tiempo y de lugar, el buen término de la treta es cosa difícil. Mas, dado que se logre, queda el preguntar: ¿el castigo ha sido poco? ¿ha sido excesivo?

Y es lo que yo pregunto en este momento en que el ardid de Berta está produciendo su afecto, rebote de la broma que su tío cuarentón le diera.

Cuando Berta entregó su álbum a Rufo, mozo poeta que le era simpático, le expresó que ello significaba una preferencia, pues él iniciaría la serie de autógrafos de que bien pronto se enorgullecería.

Pensó luego parecer demasiado "coleccionista", y para inspirarle atrevimiento, agregó: