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El cerco de pitas

Las muchachas habían ido en pos de Berta, más que para consolarla para releer la peregrina dedicatoria.

Y después de media hora en que fué generalizándose la sospecha de que se trataba de una broma, apareció Rufo arrastrando desanimadamente el bastón.

Vean al pícaro! — dijeron las señoras.

¡Bien por lo del álbum! — le chantaron los muchachos.

—¡Precisamente: vengo a disculparme! <—respondió el poeta con muestras del mayor infortunio.

La confesión del joven motivó una carcajada general.

—¡Vaya!

cién llegado:

me lo robaron?

Y así se descubrió el pastel. Adolfo le había hurtado el álbum, y con ayuda de un primo de Berta, urdió la burla e hizo la página.

Revelado el ardid, fué reído largo rato, sin que las mozas amigas lograran hacer llegar a la dueña del álbum a presencia del poeta, en cuyo rostro sin duda temía leer algún signo que lo revelase entendido con los demásacertó a expresar entonces el rea que han sido ustedes quienes