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Edmundo Montagne

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Sfianco ocupa actualmente una cama en un hospital. Dos mozos marineros lo habían estado acechando desde el espigón. Uno decía que se trataba de un suicida, el otro que no, y apostaron tranquilamente una botella de cerveza.

Ahí está ahora, salvo del agua que no lo quería quizá por haberla despreciado a su alegre arribo.

Sufre de su mal. Padece un ataque que concluirá o no concluirá con él. En el primero de los casos no tendría por qué buscar nuevamente un término cualquiera a sus días, cuando lo dejen sin cama y vea, vuelto a su cuchitril, que ha sido desalojado irremisiblemente.