Página:El cerco de pitas (1920).pdf/136

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
132
Edmundo Montagne

a Betito, hijo de ambos. — Apuesto a que mi camisa...

—¿Tu camisa? Si fuera sólo tu camisa...

¡Qué! ¿A ver? ¡Muéstramela!

Al ir a buscarla, Berta, malignamente satisfecha, sonríe.

Viendo Manuel su alba prenda de gala para el baile de esa noche jaspeada de puntos renegridos...

Qué hago sin camisa! — suspira, como si todas las cosas del mundo se perdieran con ella.

¡Esto es una plaga! Tendré que ir con una...

—Tendrás que ir al baile corta Berta smoking y en camiseta, porque lo que es yo, mi hijito...de —Con una de las otras...subsana él.

—Sin planchar—retruca ella.

¡Pero Berta! ¿qué te cuesta?

—No: yo no estoy dispuesta a hinchar el lomo cuando me toca descansar.

Irás a pasar la tarde con tu madre, quieres decir?

Y si no? ¡Mira!

—De paso, dejas una camisa a la planchadora.

¡Ya ves!

¿Estás seguro de que no hace sábado inglés?

¡Berta, Berta! — grita fuera de sí Manuel que descubre claramente en su mujer un afán mortificador desconocido.

Congestionado todavía a pesar de convenir en