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El cerco de pitas

lo de la planchadora, Manuel se encasqueta el pajizo al revés, lo vuelve con grima, y sin besar a Betito, sale de su casa.

Va obsesionado con el baile. Pero de golpe frente a "Le Cordon Bleu", siente un odio feroz contra el hotelero, a quien apenas conoce, y lo embiste.

La curiosidad que despierta en los que comen en las primeras mesas, la pachorra del dueño, que lo escucha sonriente, infantil, como si le refiriesen chistes, la escasez de tiempo que lo hace explicarse mal, contribuyen a enredarlo y a que pierda la calma y diga un despropósito.

¡Qué me viene usted con pamplinas! —respóndele en seco el hotelero. Yo no lo conozco a usted ni nada tengo que hacer con su ropa blanca.

Manuel queda corrido, lleno de vergüenza, angustiado por el deseo de romper de cualqnier modo el enredo. Va a decir un insulto. No obstante...

¡Ya verá si le importa! — amenaza al salir como un cohete del restaurant.

Cual un zarpazo en el lomo, siente la risotada con que fué despedido.

Al volver Manuel por la noche a su casa, el otro altercado se reanuda. Berta le dice que hasta las 9 y 30 no hay camisa.

¡Hubieras buscado otra planchadora!

Manuel prueba la comida y aparta los platos.

Está nervioso. Va al lavatorio, saca los botones de fantasía para los puños y la pechera, prepara sus zapatos de charol...