Página:El cerco de pitas (1920).pdf/19

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
15
El cerco de pitas

calles de mayor actividad tan sólo con ese fin persuasivo. Pero echaba a perder adrede su relato. Después de admirar por la flúida precisión con que explicaba una aventura política o comercial en que estaba metido y que le reportarían un puesto espectable o pingües ganancias, salía refiriendo hazañas mejores, de las que era el héroe: trompeaduras, viles acciones, hechos de sangre, enamoramientos de meretrices que le querían administrar la existencia, y todo ello lo aderezaba con posturas y ademanes que tenían algo de felino, amagos de canchada y risas para festejarse a sí mismo.

Yo siempre le creí la mitad de lo malo como de lo bueno que me refería. Notaba que quería asombrar y despertar envidia a la vez suponiéndosele terribles capacidades y generosidades de perdonavidas. Y día tras día pronunciábase en él mayormente el afán de crearse una fama infame.

Cuando lograba zafarme de él, lo que una vez atrapado me costaba una hazaña más real y difícil que las suyas, poníame a recordarlo niño y escolar, y no comprendía cómo el mejor alumno en historia antigua cual había sido, aquél reseñador de los grandes hechos de César que poseía y sabía de memoria una historia romana voluminosa, desviara su amor a la acción brillante hasta degenerarlo en un prurito de hechos delictuosos y repulsivos.

Cuando se confesaba vivir normalmente porque había logrado "algo", le insinuaba la idea de volver junto a los suyos. Nada más mal empleado con