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Edmundo Montagne

la mancha negra que se advierte sobre cada ojo parece aumentar la intensidad picaresca de la mirada.

La señora sola sintió ahora un dolor en el brazo. Tiene en esa parte un moretón causado por una pedrada.

En su salida del día anterior, recibió ese golpe cruel. Oyó a Josefa que decía a Perto:

¡Ahí la tenés! ¡Ahí la tenés!

El muchacho, que correteaba en persecución de otro, se detuvo ante la primera piedra, la cogió y..la señora sintió un dolor tan agudo en el brazo que apenas pudo reprimir un grito. Los chicos se aprestaban a tirarle nuevas piedras. Josefa gritaba, con alegre rencor:

¡Ah! ¡ah! Tomá "preso"; tomá "vigilante":

¡ vieja loca!

Ella se entró, arrastrando de la cadenilla al perro que por primera vez se había enfurecido, queriendo embestir a los muchachos, los cuales alborotaban.

Había sido aquella una venganza de Josefa contra su enemiga, de quien creía o deseaba a toda costa creer había partido la orden de prisión de su chico, el cual estuvo a punto de ser llevado a la comisaría, tres noches antes, debido a una ocurrencia desatinada de la última sirvienta de la señora.

Esta acaba de sentir una nueva punzada en el moretón de su brazo. Con todo, mira al perrito que quizá tenga ya deseo de compartir el desayuno. Se