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El cerco de pitas

al interior de la prisión del canario. Y mientras saca de la jaula el tanquecito del agua, piensa que aquellas tres piezas que Pancho, la noche anterior, en casa de Nicanora, bailara con la antigua rival de Lola, hubieran bastado para que ella, en el lugar de su hija, se considerase por lo menos seriamente ofendida. Aunque conviene asimismo en que lo de "engaño" es una exageración de Lola, ofuscada de despecho.

Así discurriendo, nota un roce en su mano que no es el de los hierros de la jaula. Presiente que el canario se ha escapado.

—¡Ay, Pancho! — exclama desesperada, los brazos al aire, viendo entrar al yerno.

Pancho ve volar al canario hacia la pieza contigua.

—Ya lo he visto, vieja. Déjemelo. Cierre bien esta puerta.

En la pieza siguiente su vistazo rápido va del pájaro que se ha posado en el respaldar de la cama, a Lola, que solloza con el rostro sobre las rodillas.

Pancho comprende que su mujer, no aprestada a dar caza al canario que ama, se resistirá a contestar si la interroga. Tórnase hacia el ave, tratando de fingir no haber advertido nada de particular.

Mientras considera al dorado pájaro que mueve airosamente su cuerpecito, piensa en la causa de llanto de su mujer y se juzga a sí mismo MENTE

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