hermana suelta a su pesar un ";uh!", un enigmático "uh!", muy expresivo para mí, pues equivale a "iya, ya, cabeza hueca!" o bien a "; sí, sí, te conozco, mojigata!" Y entonces tía, la pobre, queriendo compartir el estado de ambos, se azora que es una lástima.
— Tía, tan gorda, tan rosada, tan buena moza que está!
—¡Uh!
—¡Y Vd., tío, siempre lo mismo: vendiendo salud!
—¡Uh!
¡Qué bien ha hecho tío, ¿verdad, tía?, en venir a verla de tarde!
—¡Uh!
—Viene todos los días?¡ Bien hecho está!
—¡No, no, no, Luisa! No es posible!—se apresura a corregir tía, escandalizada ante la idea de que pudiera ser continua esa dicha de dioses.
—¡Uh!—subraya con más fuerza tío.
Ese "uh!" quiere decir ahora "¿qué te has creído, borregüela!" Y a influjos de esa manifestación de extravagante regocijo de Luisa, tía explica la inmensa excepción que representa en la vida de ellos aquella tarde en común.
¡Dios de Dios! ¡ Hemos profanado un santuario!
Ahí está el altar: un quilo de masas tentadoras sobre una silla.
— Oh, qué lástima! — exclama Luisa, con un