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LOS PADRES DEL RUBIECITO

¬¡AY !

I Y! Vení, ché, mirá!

— Por Dios, Cándida, qué manera de hablar! Dime: Ven tú, mira.

—No seas literata. ¿Querés mirar, sí o no?

—¿Qué cosa?

—El chiquito de la vecina. ¿Lo ves? ¡Qué monada!

El rubiecito? Es cierto: con ese bonete colorado, ¡qué bien está!

—Mirálo, mirálo: parece que quiere entrar.

¿Qué cosa le llamará tanto la atención?

Será el cardenal.

—Pero ¡cómo mira, ché! ¡Qué rica criatura!

Bueno. Deja quieta la celosía. Si empiezas a darle confianza... Mamá anda por aquí, y si nos ve, ha de tener que decir algo.

Oh, bah! Dejámelo ver, no seas majadera.

—Pero, Cándida. Si yo no te impido que lo veas;