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Cállate!—ordenó el Toyon—. ¿Acaso el pope Ivan te pedía dinero de más por sus servicios religiosos?

—Eso no—confesó Makar.

—Pues no le insultes. Y que le gustaba el "vodka", ya lo sabía yo.

Estaba visiblemente enfadado.

—Lee ahora los pecados en el libro—dijo al pope Ivan; éste quiere engañarme; no me fío de él.

Entretanto, los criados habían echado en el platillo de oro todas las vigas, las tablas, la leña, el heno, el trigo; en fin, todo el producto del trabajo de Makar. Había tanto, que el platillo de oro descendió muy abajo, mientras que el de madera subió tan alto, que no se le podía tocar con la mano. Entonces un centenar de criados jóvenes volaron, batiendo sus alas, hasta el techo, y con unas cuerdas tiraron hacia abajo del platillo de madera.

¡Rudo había sido el trabajo de Makar!

El pope Ivan se puso a contar las veces que Makar había engañado en su vida. La cifra era imponente: 21.933 veces. Luego, el pope Ivan contó el número de botellas de "vodka" que Makar se había bebido: eran 400. Y el pope seguía leyendo.

Makar veía que el platillo de madera iba pesando más que el platillo de oro.

Pensó que su situación era triste, y, habiéndose aproximado a la balanza, quiso sostener el pla-