Página:El día del juicio (1919).djvu/157

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
153
 

Le dieron tantos, que ya no podía más, aunque era un mocetón bastante duro.

—¡Dejadme!—gritó—. ¡Que el diablo se lleve a esa mujer! No vale una mujer la pena de sufrir tanto. Está bien, me caso.

En el territorio señorial vivía un cazador, Opanas Schvidky. Precisamente volvía del campo en aquel momento. Cuando se enteró de que obligaban a Román a casarse con Oxana, cayó de rodillas ante el señor y le besó la mano.

—En vez de martirizar a ese hombre—dijo—, permitid que me case con Oxana.

¡Qué hombre aquél!

Román estaba muy contento. Se levantó, se puso los pantalones y dijo:

—Esto va bien! ¡Ya podías haber llegado un poco antes! Vos, señor, estabais equivocado; debisteis primero preguntar si había alguien que quisiera casarse de buena gana; pero, en vez de eso, mandáis apalear a un pobre hombre. Los buenos cristianos no obran así...

Román, a veces, sabía cantarle las verdades hasta al mismo señor. Cuando se enfadaba, todo el mundo le tenía miedo, incluso el señor. Pero esta vez el señor tenía su idea: dió orden de que echaran nuevamente al suelo a Román.

—Quiero hacer tu felicidad, bestia, animal!

—dijo—. Ahora estás solo en el bosque, y yo no tengo ningún deseo de ir a tu casa... Dadle otra vez de vergajazos, hasta que se harte. ¡Y tú, Opanas, vete al diablo! Nadie te ha convidado y no